La mujer romana mejoró su posición respecto a la griega, aunque siempre estubo bajo la tutela del varón.
La mujer libre romana estaba sometida a su padre o a su marido y carecía de derechos políticos. Las niñas tampoco recivían la misma educación que los niños, raramente iban a la escuela media y nunca a la superior, aunque algunas alcanzaron un alto nivel cultural gracias a preceptores particulares.
A pesar de todo esto, la mujer disfrutaba de una gran consideración dentro de la familia y desde la época imperial disponía de un grado de libertad mayor que las mujeres de otras sociedades de la antigüedad.
Llebaba una intensa vida social propia (salía a comprar, participaba en banquetes e incluso trabajaba en oficios que no se consideraban femeninos) y acompañaba al marido a actos oficiales o espectáculos.
Muchas mujeres tenían acceso a la educación, bien asistiendo a escuelas elementales o por medio de tutores privados. Tampoco es raro, ni está mal visto, que tengan conocimentos de geometría o filosofía.
La ley consideraba a la mujer como un ser menor que pasa del poder patreno al poder marital, y luego, si queda viuda, al de su hijo mayor. Debe vivir una vida de abnegación, de obediencia y de trabajo. Pero la mujer libre no esta obligada a cualquier tipo de quehacer, las tareas serviles son cumplidas por las sirvientas y el ama de casa hila y teje.
ARTÍCULO EXTRAÍDO DEL Nº2 DE NÉMESIS
jueves, 3 de abril de 2008
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